domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 14



            La puerta del ascensor se abrió con un escalofriante crujido y me dejó ver el amplio rellano. Las paredes estaban pintadas de un color verde pistacho que relajaba muchísimo. Cuadros de todo tipo se encontraban colgados de las cuatro paredes del rellano. La puerta del apartamento de Adele se encontraba al final de este rellano.
            Adele se adelantó a mí para abrir la puerta y Álex se apoyó una mano de uno de mis hombros, sorprendiéndome.
            —Adele me da mala espina —me dijo en un susurro.
            —Imaginaciones tuyas.
            Le dejé con la palabra en la boca y me acerqué a la puerta junto a Adele. Ésta estaba sacando las llaves del bolso. Mientras tanto me fijé en que la anciana tenía una marca en la parte del cuello que no estaba tapada por la bufanda. La marca era un rayo  roto por la mitad. Era muy extraño y no lo había visto en ningún lugar.
            —¡Aquí están! —exclamó Adele al encontrar las llaves.
            Las introdujo en la cerradura y abrió la puerta. La puerta produjo un crujido que hizo temblar las paredes. Adele me dejó pasar primero pero cuando fui a poner un pie dentro de la casa algo se me abalanzó encima, desestabilizándome. Álex me cogió enseguida por la espalda y me levantó muy despacio.
            —¡Lupin! —gritó Adele— ¡Qué te he dicho de abalanzarte así contra las visitas!
            Lupin, al parecer, era el perro de la anciana. Era un perro mediano, de color blanco como el pelo de ésta. Tenía una gran mancha de color marrón en el hocico y parecía muy manso, excepto por ese ataque de rebeldía.
            —Lo siento mucho, querida —se disculpó la anciana cogiendo al perro en sus brazos— Siempre hace lo mismo.
            —No se preocupe, Adele. No ha sido nada.
            Ahora fue Álex quien pasó al apartamento primero. Luego le seguí yo, fijándome como siempre de todo a mi alrededor. La casa estaba muy ordenada y la entrada conducía a un gran salón decorado con unos muebles muy antiguos. A diferencia del rellano, en el salón no había ninguna foto ni ningún objeto personal que pudiera pertenecer a Adele.
            —Esta es mi humilde casa —dijo Adele adelantándose a nosotros— Por favor, tomad asiento y os traigo café.
            Álex y yo intercambiamos una pequeña mirada y nos sentamos en los sillones de la sala. Adele desapareció por el pasillo y nos quedamos solos.
            —Qué casa más antigua —susurré.
            Álex suspiró.
            —Su dueña no se queda atrás —Álex dio un salto al ver que Lupin, el perro, se colocaba en sus piernas— Odio los perros.
            Cogí a Lupin de sus piernas y le acaricié la cabeza haciendo que lanzara un pequeño gruñido.
            —¿Cómo piensas encontrar a Marcos? —me preguntó Alex aun observando la habitación.
            No tuve que responder a la pregunta porque Adele apareció por el pasillo y traía consigo una bandeja con tres tazas de té y un plato lleno de brownies de chocolate. Dejó la bandeja en la mesita del centro y sentó en el sillón del al lado mía.
            —Podéis quedaros aquí el tiempo que queráis —nos ofreció—. Como me dijisteis que el hotel os había dejado tirados. Yo tengo una habitación con dos camas.
            Cogí la tetera y llené las tres tazas hasta arriba. Necesitaba una buena taza de café para quitarme el frío.
            —Muchas gracias —agradecí por mí y por Álex— Nos viene muy bien porque no teníamos donde quedarnos, Adele.
            —No es muy hablador —dijo—, tu hermano quiero decir —aclaró al ver mi cara.
            Miré de reojo a Álex que me observaba . No se le veía muy cómodo ahí. Se le veía extraño, como si al pasar por la puerta de la casa se hubiera convertido en otra persona.
            —Es muy tímido —tuve que responder.
            —Pues la timidez no abre puertas —dijo Adele— Yo diría que las cierra a cal y canto.
            Después de esa frase tan sabia nos quedamos en silencio. Yo cogí un brownie del plato y me lo comí lentamente, saboreando el chocolate. Empecé a divagar, pensando que haríamos para encontrar la segunda piedra. Tendríamos que salir por la ciudad e investigar. Caí en la cuenta de que podría llamar a mi madre para que me diera información pero solo recordar la cara con la que la vi la última vez, antes de venir a Londres, se me quitaron las ganas. Además tendría que aguantar la bronca por Heracles, que ni siquiera había sido culpa mía. Y también recaería sobre mí la ira de Zeus, porque su hijo había bajado a la Tierra sin permiso.
            —Queríamos salir a ver mundo —oí como Álex hablaba por primera vez.
            Adele suspiró y juntó las manos en su regazo.
            —Jóvenes —dijo—, y con muchos sueños por cumplir.
            La puerta de una de las habitaciones del pasillo se abrió de forma muy brusca y Álex y yo nos pusimos tensos. Una chica, alta, delgada y con el pelo negro como el carbón llegó hasta el salón a paso ligero.  Iba tan solo con una toalla de baño que le tapaba lo mínimo. Acabaría de salir de la ducha.
            —Adele, ¿dónde has puesto la camisa que era para esta no… —la chica se dio cuenta de nuestra presencia y se puso roja como un tomate.
            Adele se levantó del sillón y se acercó a un cajón de un mueble del salón. Del cajón sacó una blusa de color coral muy bien planchada. Se acercó a la chica y se la dio.
            —Mery, querida, aquí la tienes —le dijo tendiéndole la blusa— Creo que lo mejor va a ser que te cambies. Tenemos visita.
            Mery giró la cabeza hacia la derecha para fijar su mirada en Adele que le tendía aun la blusa. No pasé por alto que ésta tenía la misma marca que la anciana en el mismo lugar del cuello.
            —Gracias Adele —dijo y sin mirarnos antes, se marchó y entró por la misma puerta por la que había salido.
            Adele se volvió a sentar en el mismo sillón y se sirvió otra taza de café.
            —¿Quién es? —preguntó Álex, que había estado embobado mirando a Mery.
            —Es mi nieta Mery —respondió—. Vive conmigo desde que sus padres murieron en un accidente hace dos años.
            Adele tomó e primer sorbo de la taza y se la colocó en las manos para recalentárselas.
            —Adele quería hacerte una pregunta —dije.
            —Dispara.
            Tomé aire.
            —¿Qué es ese dibujo que tenéis tu nieta y tú en el cuello?
            La anciana dejó caer la taza estrepitosamente sobre la mesita y tosió. No se había imaginado que esa iba a ser la pregunta y se puso nerviosa.
            —Tan solo es una marca de nacimiento de la familia.
            Yo estaba segura de que aquello no era una marca de nacimiento. Segurísima.
            La puerta de la habitación del pasillo se volvió a abrir y Mery salió, esta vez, vestida con la blusa coral y unos pantalones pitillos blanco. También llevaba unos tacones altísimos.
            —Siento que la presentación haya sido tan poco educada —dijo acercándose a nosotros pero sobre todo, fijándose en Álex— Soy Mery, la nieta de Adele.
            Mery nos dio dos besos a Álex y a mí y se sentó en el sillón que quedaba libre justo al lado de Álex.
            —No me imaginaba que mi abuela iba a traer visitas hoy —explicó—, pero normalmente no me suelo pasear por la casa en paños menores.
            —Charlotte y Álex se quedaran con nosotras un tiempo, Mery —dijo Adele.
            —¡Qué bien! —exclamó— Por fin un chico en casa.
            —Por favor Mery, enséñales su habitación a los chicos —rogó.
            Los tres nos levantamos de los sillones y Mery nos condujo por el pasillo hasta la puerta que quedaba justo al lado de la que ella había salido. Ella abrió la puerta y entró.
            —Esta será vuestra habitación —abrió los brazos y señaló todo el cuarto.
            Esta habitación no parecía de la casa. Era mucho más moderna, por los muebles que eran mas distintos que los demás de la casa. Las paredes estaban pintadas de un azul eléctrico que contrastaba con los muebles de color blanco. En la habitación había un espejo de cuerpo detrás de la puerta, había dos camas individuales y separadas. Y un solo armario para los dos.
            —¿Y vuestras maletas? —preguntó Mery.
            —Eh… Se nos han perdido —respondí de forma nerviosa.
            Mery se colocó la mano bajo la barbilla, como si pensara.
            —Vaya. Yo te puedo prestar mi ropa pero a él habrá que comprarle.
            —No te preocupes. Nos apañaremos —dijo Álex.
            Mery salió de la habitación sin decir nada y nos dejó solos.
            —Deja de babear —le dije a Álex.
            —Yo no babeo.
            —Mira el suelo —bromeé
            Álex me miró con una mirada asesina y al final rió. 
           Mery entró de nuevo en la habitación y traía consigo mucha ropa. Las dejó en la cama y me cogió por los hombros colocándome delante del espejo.
            —Veamos… —empezó a mirarme de arriba abajo— Creo que para esta noche esto te quedará genial y le va perfecto a tu pelo.
            Cogí un mechón de pelo y me lo enrollé en un dedo. El rubio me quedaba fatal. Echaba de menos mi pelo pelirrojo. 
            En el espejo vi a Álex que me miraba con una expresión de nostalgia en la cara. Sabía perfectamente en lo que estaba pensando.
            Mery cogió un conjunto formado por uno vaqueros oscuros y una camisa color burdeo combinado con unas sabrinas color beige.
            —¿Para esta noche? ¿Qué vamos a hacer?
            —Está clarísimo. Esta noche, nosotros nos vamos de fiesta.

3 comentarios:

  1. No se qué tiene este capítulo, pero me encanta. Supongo que por las bromas de Álex, me cae bien :)
    No me fío de Adele aún, ni siquiera de su nieta Mery. Ambas esconden algo, y no tiene pinta de que sea algo bueno. ¿Qué serán esos dibujos que tienen en el cuello? ¿Qué ocultarán?
    Tengo ganas de que encuentren ya la piedra, quiero conocer a ese Marcos y quiero saber las aventuras que recorrerá Charlotte para recuperar la piedra.
    Un beso! :)

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  2. Me encanta Álex xD
    Y Adele y Mery no me dan buena espina, la verdad...
    A ver qué pasa en el próximo capítulo. ¡Espero leerte pronto!

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  3. Una marca muy extraña, sin duda... y algo me dice que Adele y su nieta no son humanas. No sé si serán malas o no, pero que no son humanas seguro.
    Pobre Heracles, no se le puede echar la culpa por babear xD seguro que Mery es una muchacha muy bonita.
    Me gustó mucho el capítulo, espero el próximo con ansias :).

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