La puerta del ascensor se abrió con
un escalofriante crujido y me dejó ver el amplio rellano. Las paredes estaban
pintadas de un color verde pistacho que relajaba muchísimo. Cuadros de todo
tipo se encontraban colgados de las cuatro paredes del rellano. La puerta del
apartamento de Adele se encontraba al final de este rellano.
Adele se adelantó a mí para abrir la
puerta y Álex se apoyó una mano de uno de mis hombros, sorprendiéndome.
—Adele me da mala espina —me dijo en
un susurro.
—Imaginaciones tuyas.
Le dejé con la palabra en la boca y
me acerqué a la puerta junto a Adele. Ésta estaba sacando las llaves del bolso.
Mientras tanto me fijé en que la anciana tenía una marca en la parte del cuello
que no estaba tapada por la bufanda. La marca era un rayo roto por la mitad. Era muy extraño y no lo
había visto en ningún lugar.
—¡Aquí están! —exclamó Adele al
encontrar las llaves.
Las introdujo en la cerradura y
abrió la puerta. La puerta produjo un crujido que hizo temblar las paredes.
Adele me dejó pasar primero pero cuando fui a poner un pie dentro de la casa
algo se me abalanzó encima, desestabilizándome. Álex me cogió enseguida por la espalda
y me levantó muy despacio.
—¡Lupin! —gritó Adele— ¡Qué te he
dicho de abalanzarte así contra las visitas!
Lupin, al parecer, era el perro de
la anciana. Era un perro mediano, de color blanco como el pelo de ésta. Tenía
una gran mancha de color marrón en el hocico y parecía muy manso, excepto por
ese ataque de rebeldía.
—Lo siento mucho, querida —se disculpó
la anciana cogiendo al perro en sus brazos— Siempre hace lo mismo.
—No se preocupe, Adele. No ha sido
nada.
Ahora fue Álex quien pasó al
apartamento primero. Luego le seguí yo, fijándome como siempre de todo a mi
alrededor. La casa estaba muy ordenada y la entrada conducía a un gran salón
decorado con unos muebles muy antiguos. A diferencia del rellano, en el salón
no había ninguna foto ni ningún objeto personal que pudiera pertenecer a Adele.
—Esta es mi humilde casa —dijo Adele
adelantándose a nosotros— Por favor, tomad asiento y os traigo café.
Álex y yo intercambiamos una pequeña
mirada y nos sentamos en los sillones de la sala. Adele desapareció por el
pasillo y nos quedamos solos.
—Qué casa más antigua —susurré.
Álex suspiró.
—Su dueña no se queda atrás —Álex
dio un salto al ver que Lupin, el perro, se colocaba en sus piernas— Odio los
perros.
Cogí a Lupin de sus piernas y le
acaricié la cabeza haciendo que lanzara un pequeño gruñido.
—¿Cómo piensas encontrar a Marcos?
—me preguntó Alex aun observando la habitación.
No tuve que responder a la pregunta
porque Adele apareció por el pasillo y traía consigo una bandeja con tres tazas
de té y un plato lleno de brownies de chocolate. Dejó la bandeja en la mesita
del centro y sentó en el sillón del al lado mía.
—Podéis quedaros aquí el tiempo que queráis
—nos ofreció—. Como me dijisteis que el hotel os había dejado tirados. Yo tengo
una habitación con dos camas.
Cogí la tetera y llené las tres
tazas hasta arriba. Necesitaba una buena taza de café para quitarme el frío.
—Muchas gracias —agradecí por mí y
por Álex— Nos viene muy bien porque no teníamos donde quedarnos, Adele.
—No es muy hablador —dijo—, tu
hermano quiero decir —aclaró al ver mi cara.
Miré de reojo a Álex que me observaba
. No se le veía muy cómodo ahí. Se le veía extraño, como si al pasar por la
puerta de la casa se hubiera convertido en otra persona.
—Es muy tímido —tuve que responder.
—Pues la timidez no abre puertas
—dijo Adele— Yo diría que las cierra a cal y canto.
Después de esa frase tan sabia nos
quedamos en silencio. Yo cogí un brownie del plato y me lo comí lentamente,
saboreando el chocolate. Empecé a divagar, pensando que haríamos para encontrar
la segunda piedra. Tendríamos que salir por la ciudad e investigar. Caí en
la cuenta de que podría llamar a mi madre para que me diera información pero
solo recordar la cara con la que la vi la última vez, antes de venir a Londres,
se me quitaron las ganas. Además tendría que aguantar la bronca por Heracles,
que ni siquiera había sido culpa mía. Y también recaería sobre mí la ira de
Zeus, porque su hijo había bajado a la Tierra sin permiso.
—Queríamos salir a ver mundo —oí
como Álex hablaba por primera vez.
Adele suspiró y juntó las manos en
su regazo.
—Jóvenes —dijo—, y con muchos sueños
por cumplir.
La puerta de una de las habitaciones
del pasillo se abrió de forma muy brusca y Álex y yo nos pusimos tensos. Una
chica, alta, delgada y con el pelo negro como el carbón llegó hasta el salón a
paso ligero. Iba tan solo con una toalla
de baño que le tapaba lo mínimo. Acabaría de salir de la ducha.
—Adele, ¿dónde has puesto la camisa
que era para esta no… —la chica se dio cuenta de nuestra presencia y se puso
roja como un tomate.
Adele se levantó del sillón y se
acercó a un cajón de un mueble del salón. Del cajón sacó una blusa de color
coral muy bien planchada. Se acercó a la chica y se la dio.
—Mery, querida, aquí la tienes —le
dijo tendiéndole la blusa— Creo que lo mejor va a ser que te cambies. Tenemos
visita.
Mery giró la cabeza hacia la derecha
para fijar su mirada en Adele que le tendía aun la blusa. No pasé por alto que
ésta tenía la misma marca que la anciana en el mismo lugar del cuello.
—Gracias Adele —dijo y sin mirarnos
antes, se marchó y entró por la misma puerta por la que había salido.
Adele se volvió a sentar en el mismo
sillón y se sirvió otra taza de café.
—¿Quién es? —preguntó Álex, que
había estado embobado mirando a Mery.
—Es mi nieta Mery —respondió—. Vive
conmigo desde que sus padres murieron en un accidente hace dos años.
Adele tomó e primer sorbo de la taza
y se la colocó en las manos para recalentárselas.
—Adele quería hacerte una pregunta
—dije.
—Dispara.
Tomé aire.
—¿Qué es ese dibujo que tenéis tu
nieta y tú en el cuello?
La anciana dejó caer la taza estrepitosamente
sobre la mesita y tosió. No se había imaginado que esa iba a ser la pregunta y
se puso nerviosa.
—Tan solo es una marca de nacimiento
de la familia.
Yo estaba segura de que aquello no
era una marca de nacimiento. Segurísima.
La puerta de la habitación del
pasillo se volvió a abrir y Mery salió, esta vez, vestida con la blusa coral y
unos pantalones pitillos blanco. También llevaba unos tacones altísimos.
—Siento que la presentación haya
sido tan poco educada —dijo acercándose a nosotros pero sobre todo, fijándose en
Álex— Soy Mery, la nieta de Adele.
Mery nos dio dos besos a Álex y a mí
y se sentó en el sillón que quedaba libre justo al lado de Álex.
—No me imaginaba que mi abuela iba a
traer visitas hoy —explicó—, pero normalmente no me suelo pasear por la casa en
paños menores.
—Charlotte y Álex se quedaran con
nosotras un tiempo, Mery —dijo Adele.
—¡Qué bien! —exclamó— Por fin un
chico en casa.
—Por favor Mery, enséñales su
habitación a los chicos —rogó.
Los tres nos levantamos de los
sillones y Mery nos condujo por el pasillo hasta la puerta que quedaba justo al
lado de la que ella había salido. Ella abrió la puerta y entró.
—Esta será vuestra habitación —abrió
los brazos y señaló todo el cuarto.
Esta habitación no parecía de la
casa. Era mucho más moderna, por los muebles que eran mas distintos que los demás de la casa. Las paredes
estaban pintadas de un azul eléctrico que contrastaba con los muebles de color
blanco. En la habitación había un espejo de cuerpo detrás de la puerta, había
dos camas individuales y separadas. Y un solo armario para los dos.
—¿Y vuestras maletas? —preguntó
Mery.
—Eh… Se nos han perdido —respondí de
forma nerviosa.
Mery se colocó la mano bajo la
barbilla, como si pensara.
—Vaya. Yo te puedo prestar mi ropa
pero a él habrá que comprarle.
—No te preocupes. Nos apañaremos
—dijo Álex.
Mery salió de la habitación sin
decir nada y nos dejó solos.
—Deja de babear —le dije a Álex.
—Yo no babeo.
—Mira el suelo —bromeé
Álex me miró con una mirada asesina
y al final rió.
Mery entró de nuevo en la habitación y traía consigo mucha
ropa. Las dejó en la cama y me cogió por los hombros colocándome delante del
espejo.
—Veamos… —empezó a mirarme de arriba
abajo— Creo que para esta noche esto te quedará genial y le va perfecto a tu
pelo.
Cogí un mechón de pelo y me lo
enrollé en un dedo. El rubio me quedaba fatal. Echaba de menos mi pelo
pelirrojo.
En el espejo vi a Álex que me miraba con una expresión de nostalgia
en la cara. Sabía perfectamente en lo que estaba pensando.
Mery cogió un conjunto formado por
uno vaqueros oscuros y una camisa color burdeo combinado con unas sabrinas
color beige.
—¿Para esta noche? ¿Qué vamos a
hacer?
—Está clarísimo. Esta noche, nosotros nos vamos de fiesta.
No se qué tiene este capítulo, pero me encanta. Supongo que por las bromas de Álex, me cae bien :)
ResponderEliminarNo me fío de Adele aún, ni siquiera de su nieta Mery. Ambas esconden algo, y no tiene pinta de que sea algo bueno. ¿Qué serán esos dibujos que tienen en el cuello? ¿Qué ocultarán?
Tengo ganas de que encuentren ya la piedra, quiero conocer a ese Marcos y quiero saber las aventuras que recorrerá Charlotte para recuperar la piedra.
Un beso! :)
Me encanta Álex xD
ResponderEliminarY Adele y Mery no me dan buena espina, la verdad...
A ver qué pasa en el próximo capítulo. ¡Espero leerte pronto!
ResponderEliminarUna marca muy extraña, sin duda... y algo me dice que Adele y su nieta no son humanas. No sé si serán malas o no, pero que no son humanas seguro.
Pobre Heracles, no se le puede echar la culpa por babear xD seguro que Mery es una muchacha muy bonita.
Me gustó mucho el capítulo, espero el próximo con ansias :).